El proyecto

En la primavera de 2003, el equipo de La Melonera concibió una obra monumental: recuperar para la región de Ronda -y para el mundo- una tradición vitivinícola con más de 3000 años de antigüedad.

Un sueño, un reto

Fue una tarde de abril del año 2003 cuando El Equipo de La Melonera tuvo la visión de hacer algo diferente, algo que dejara huella, y que al mismo tiempo rindiera homenaje a toda una vida dedicada al cultivo de la vid.

Así fue como, un grupo de inversores apasionados por el reto, se embarcaron en la aventura de encontrar el mejor enclave para la creación de unos vinos únicos. Después de mucho investigar entre los interminables volúmenes de la biblioteca privada del Castillo de Perelada, propiedad de la familia Suqué Mateu desde el año 1923, la respuesta apareció entre las páginas de un libro escrito en 1807 por Simón de Rojas Clemente, en el que se detallaban las incomparables características de la Serranía de Ronda y su antiquísima tradición vitivinícola, interrumpida a fines del XIX por la plaga de la filoxera.

Con paciencia y con mimo fueron rastreadas y recuperadas las cepas autóctonas para devolverlas a esa tierra bañada por el sol mediterráneo, por los vientos del Atlántico y por una tradición de vides que data del tiempo de los fenicios. Poco a poco los esfuerzos fueron dando sus frutos, y hoy, con sus vinos La Encina del Inglés y Payoya Negra, aquel viejo sueño es una realidad muy concreta.

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Ilustrador: Fernando Sánchez-Beato Ruiz

Con una tradición vitivinícola que se remonta a la época de los fenicios, la Serranía de Ronda ofrece unas condiciones geográficas y climáticas inigualables para la crianza del vino.

Un poco de historia

Enclavada en el corazón de la provincia de Málaga, allí donde los relieves rocosos del sur descienden hacia las costas del Mediterráneo, la Serranía de Ronda ha hecho gala de su fama vitivinícola desde el tiempo en que los fenicios la ocuparon por primera vez, allá por el año 1200 A. de C.

A través de las crónicas de Plinio sabemos que esa reputación se mantuvo intacta durante el imperio romano, lo cual queda reflejado en las monedas acuñadas en Acinipo, una antigua ciudad romana ubicada a dos kilómetros de La Melonera, las cuales incluyen en su estampa un racimo de uvas a modo de símbolo.

Hasta la plaga de la filoxera, a mediados del XIX, las variedades autóctonas fueron exportadas a todo el orbe gracias a su calidad y su cercanía con los puertos de embarque hacia el nuevo mundo. Los viajeros románticos del XIX como el hispanista Richard Ford o el primer ministro inglés Benjamin Disraeli pasaban por allí camino de Granada en lo que se conoció como el Great South Tour, y literatos de la talla de James Joyce, García Lorca o Hemingway, cantaron sus alabanzas a esta tierra de cielos interminables, de sol y de buen vino.

Con una orientación sur sur-este, la finca abarca unas 200 hectáreas cuyas altitudes fluctúan entre los 650 y los 940 metros, lo que posibilita una oscilación térmica diaria de hasta 20 grados tanto en invierno como en verano. Esto sumado a los más de 800 litros de lluvias anuales y a los vientos húmedos que llegan impolutos desde el Atlántico, la convierten en un enclave inmejorable para la crianza de la vid.